Lerones-Obargo-Lerones-Perrozo (Liébana, Cantabria)
por Alfredo
El sol brillaba, el termómetro no llegaba a los 20 grados, el viento ni se molestaba en moverse, todo indicaba que sería una gloriosa mañana. Sin saber muy bien a dónde dirigirme salgo de Lerones por la carretera con la intención de subir a Obargo e improvisar desde allí.
Bajando por la carretera tenso cadena con el plato grande con el fin de preparar mis piernas para la subida, pero en kilómetro y medio apenas me da tiempo a calentar nada, tomo desvío a Obargo y comienza la fuerte subida entre encinas y robles. En menos de un kilómetro llego a Barreda y ya tengo las piernas hinchadas y como piedras. Lo peor llega pasado el diminuto pueblo, la carretera serpea y se inclina más y más: “será la salida del pueblo nada más”, pienso, pero nada más lejos de la realidad, tras cada curva una nueva curva y la pendiente sin suavizar. Me levanto, me siento, latigueo, me vuelvo a sentar en la punta del sillín para adelantar mi centro de gravedad y evitar que una mala pedalada me tire de la bici.
Sigo pedaleando y la cuesta se recrudece de nuevo, al fondo veo Obargo. No puedo más, paro a recuperar el aliento a medio kilómetro del pueblo.
Tras una breve pausa sigo subiendo y paso Obargo. He subido algo más de 200 metros de desnivel en menos de dos kilómetros y medio, las cuentas no engañan, sale un desnivel medio de casi el 9% con el largo descanso incluido. Aun así sigo ascendiendo, ya por pista, a ver hasta donde llego.
Giro de 180 grados y lo que era subida es ahora bajada, fuerte, pedregosa hasta Obargo. Nada más retomar la carretera veo un camino que sale en dirección a Lerones atravesando unos prados recién segados. Tomo el camino a ver dónde me lleva y se va cerrando de vegetación y se estrecha haciéndose muy agradable entre las sombras de los tilos, los robles y los fresnos. De nuevo se abre en un prado recién segado por el que se inicia el descenso. Tras el prado me encuentro una ancha pista que se desploma casi doscientos metros de desnivel en poco más de un kilómetro de descenso frenético dando a parar a la iglesia de Lerones. No hace ni una hora que he salido ¡y sólo he pedaleado 10 kilómetros!
Tomo un estrecho camino a media ladera que se dirige a los pueblos del valle vecino en un constante sube y baja muy suave. Atraviesa un bosque de encinas con robles y fresnos en las zonas más frescas y húmedas. Pronto el camino se cierra de vegetación y comienzan las zarzas a hacer mella en mis piernas y las altísimas ortigas en mis manos y mis brazos. La bajada se hace bastante técnica en algunos tramos y caer significaría rodar ladera abajo si los árboles no me frenan.
Al final de la bajada, en la entrada de un pequeño pueblo me lavo las manos y los brazos para minimizar los daños de las ortigas en un pilón bajo la atenta mirada de un tritón desde el fondo. Desde aquí subo por carretera hasta el pueblo de Perrozo, donde me espera una bella iglesia donde paro a ponerme el chubasquero, ya que una nube se ha propuesto nublarme lo que queda de mañana. Aquí decido volver ya por carretera en un divertido descenso hasta Villa Asnil, en el valle principal, desde aquí sólo restan 9 kilómetros de subida bastante llevadera hasta llegar a Lerones de nuevo. Desgraciadamente el tiempo ha cambiado y ya no está para piscina.
Ha sido duro, una verdadera novatada para un “llanero”, pero aun así llego planeando cual será mi próxima salida; es lo que tiene la afición.
Distancia Aprox: 27 Km
Dificultad: Media-Alta (Subidas de escándalo y bajadas técnicas y peligrosas).